Todo indica que el turismo de lujo seguirá fortaleciéndose y creciendo en los próximos años.
La definición de lujo ha evolucionado mucho en los últimos años. Ya no se relaciona con conceptos como la opulencia o la abundancia sino más bien con la autenticidad, la discreción, la elegancia y el bienestar. Estas palabras han impactado de lleno en el sector de los viajes que vivió un antes y un después tras la pandemia. Como tendencia general, los consumidores decidieron invertir sus ahorros del confinamiento en el sector turístico, movidos por la necesidad de salir y buscar una vía de escape lejos de sus hogares.
De hecho, según un estudio de la consultora McKinsey & Company, España recibió en 2022 seis millones de turistas “de alto impacto”, que aportaron más de 20.000 millones de euros a la economía, ocho veces más que un turista estándar. Esto se traduce en casi un 2% del PIB de nuestro país. Otra prueba del aumento de este tipo de turismo es que, en los últimos años, la oferta de los hoteles de lujo se ha disparado más de un 20% y los restaurantes con estrella Michelín, por ejemplo, casi un 50%.
El sector considera turismo de lujo aquellos viajes que suponen un gasto de unos mil euros por persona y día. Suelen ser de larga duración (unos 10 días) y sin estacionalidad, porque estos turistas habitúan a hacer varios desplazamientos a lo largo del año. En estos casos, la implicación de los viajeros suele ser bastante alta, les gusta participar en la organización del trayecto y buscan personalización y protagonismo en la experiencia.
De hecho, más allá, de los destinos exóticos, el turismo de lujo se caracteriza por incluir actividades originales, auténticas y adaptadas a sus necesidades. El viajero quiere ser el protagonista de vivencias de alto impacto que ofrezcan exclusividad. Desde safaris hasta actividades deportivas, de bienestar, aventuras, experiencias gastronómicas o compras de lujo, la idea es vivir algo irrepetible que genere emociones únicas.
La tecnología también juega un papel fundamental. Suele ser, de hecho, uno de los requisitos en los alojamientos con el fin de que garanticen comodidad y vanguardia. Asimismo, el viajero valora la desconexión y el bienestar. Quiere encontrar el confort físico, mental y espiritual. Por eso, en este tipo de viajes son muy comunes los destinos rurales, los centros de wellness y los retiros más alejados y exclusivos que forman parte del llamado ‘lujo silencioso’, es decir, el lujo sin marcas.
Pero estos turistas también se preocupan y tienen en cuenta la sostenibilidad. De hecho, son muchos los que prefieren invertir más dinero en sus trayectos con tal de contar con productos ecológicos, disfrutar de talleres artesanales o elegir medios de transporte alternativos.
Con esta misma intención, buscan conectar con la comunidad local con la intención de conocerla y respetarla. El objetivo es aprender sobre la autenticidad y la identidad del lugar y provocar emociones duraderas en el viajero. De nuevo, el fin es vivir una experiencia única lejos de lo convencional.
Por supuesto, a estas características se suman la búsqueda del cuidado exclusivo y tener a completa disposición todo tipo de proveedores que cubran cualquier necesidad. También, la garantía de desplazarse con seguridad y de que toda su estancia esté cubierta ante cualquier imprevisto. En este sentido, es fundamental para el turista contar con un seguro de viaje que cubra todo tipo de situaciones y que ofrezca las coberturas necesarias para sus necesidades sea cual sea el destino elegido. Allianz Partners se encarga de proporcionar una cobertura de viaje íntegra para que el usuario no tenga que preocuparse por nada durante su estancia.
Todo indica que el turismo de lujo seguirá fortaleciéndose y creciendo en los próximos años. El sector ya se está adelantando a estas necesidades y está adaptando su oferta a la creciente demanda intensificando la promoción en origen, atrayendo inversión, impulsando la conectividad y reforzando la propuesta de valor en base a experiencias.
